Acompañas a un cronopio a comprar
hilos a la tienda
La Mondiale, bailas tregua y catala junto a los famas, ayudas a levantarse
a una esperanza caída al pie de un cocotero... Mientras lees, tu
príncipe se dispone a mirar el fútbol. «¡Qué suerte que esté
entretenido!», es lo primero que piensas. Entonces, él sube el
volumen de la televisión y convierte tu casa en un cine digital
sound. A los pocos minutos, a la contaminación acústica se suman
sus vituperios: algún jugador no pateó el corner como
él lo habría pateado y, por ello, no metió el gol que él habría
metido.
En ese momento piensas que tú querrías ser verde y
húmeda como un cronopio; en cambio eres color piel y te sientes más
bien seca.
Al igual que el magnífico autor
argentino, tu querrías inventar universos fantásticos y originales
valiéndote de las letras para luego mudarte a ellos; en cambio vives
en un mundo donde el fútbol maneja a su antojo el humor de tu príncipe.
Me ha hecho reir mucho. Qué dura la realidad!
ResponderEliminarGracias! Nunca entendí que el fútbol condicione tu estado de ánimo.
Eliminarel principe se cree sin dudarlo un instante que es el dueño de los 22,de la pelota ,de la cancha y de la hinchada.Y en casa,que lave los platos!
ResponderEliminarBárbara la introducción de la mano de Cortazar.
Nunca entenderé por qué tienen esa necesidad de hablarle a la televisión.
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