El DesorientadoPríncipe

Rasgo principal: no sabe, no encuentra, no conoce.

Es aquel que cree que te está tocando una zona de gozo cuando tú bien sabes que no lo está. Mientras agarras su mano con suavidad le dices: «aquí cariño, y aquí». Pasan tres minutos y él se vuelve a desorientar. Entonces, sutilmente, reconduces su mano hacia los sitios de tu agrado. Pasan tres minutos más y él se vuelve a perder.
Solución: obsequiarle un GPS con tus zonas erógenas guardadas en favoritos.

Es aquel que te invita a cenar a su casa y te sirve un bife de chorizo/chuletón. Tú, con una cara que pulula entre el desconcierto y el atonismo*, le preguntas con simpatía: «¿no te acuerdas que te dije, por lo menos cinco veces, que soy vegetariana?».
Solución: llevar siempre un paquete de tofu en el bolso, y la salsa de soja.

Es aquel que nunca encuentra el camino que conduce hacia los artilugios de limpieza, ni le interesa encontrarlo. Tú le sugieres, quizá sea tu día de suerte: «la aspiradora está debajo de la cama cielito, la escoba está colgada detrás de la puerta de la cocina». Él te mira como si le estuvieras hablando en bielorruso nivel avanzado. Continúas: «¿Tenemos gato? ¿No? ¡Ahh, es verdad, son pelusas entonces lo que hay en el suelo!».
Solución: pegar las pelusas et voilà!: Habemus mascota.

*Atonismo: dícese de la mujer en estado atónito (a ver si la RAE se decide que te estás cansando de regalarle tantas palabras para su vigésimo tercera edición y que no sean incluidas).